El acceso a la Cultura, hoy
Uno de los efectos radicales de la crisis económica que nos envuelve es que la colaboración entre el sector público y la iniciativa privada se ha convertido en la clave no ya del éxito, sino de la supervivencia de una actividad cultural digna de tal nombre.
Al menos en los últimos veinticinco años, las arcas públicas han venido soportando el grueso de las inversiones en conservación del patrimonio, creación de infraestructuras, programación y creación cultural. La actual escasez de recursos, que probablemente tenga carácter irreversible, ha convertido ese camino en intransitable y nos coloca ante la disyuntiva de hacer un esfuerzo por conseguir una mayor participación social o perder calidad en nuestra vida cultural, que es uno de los rasgos de identidad fundamentales de la sociedad europea avanzada.
Se impone, por tanto, una urgente reforma del modelo de colaboración público-privada que, sentando las bases para que la cultura constituya un motor de crecimiento, de generación de valor añadido y de empleo, permita alcanzar la sostenibilidad y la mejora de la oferta y el disfrute cultural al que aspiramos.
La nueva colaboración, más que una estructura cerrada, es un proceso de interacción en el que las nuevas técnicas de gestión, las buenas prácticas y las alianzas se combinan potenciando los instrumentos de imagen y reputación para las empresas, dinamizando la economía de la cultura y aumentando su atractividad.
Este es el camino que están recorriendo nuestros países vecinos y que la Unión Europea impulsa a transitar: las entidades sin fines de lucro y empresas componen un sector creativo que es estratégico para el crecimiento de Europa a medio plazo y que es irrenunciable para mantener el valor intangible europeo como factor diferencial en un mundo de oferta global.